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lunes, 12 de septiembre de 2011

Los compadres-Hacienda Roma

Los compadres

La población de Roma que forma la cadena de pueblos del valle de Chicama, es una floreciente ciudad, hoy convertida en propiedad privada de producción azucarera, los viejos moradores del lugar recuerdan la fastuosidad a la que había llegado Roma, cuando era propiedad del filántropo don Víctor Larco Herrera. Aún se mantiene en la memoria la grandeza moral, espiritual y material de este pueblo.
Víctor Larco Herrera, antiguo dueño de Roma


Muchos lustros atrás cerca a Roma existía una dependencia poblada por familias de trabajadores denominada Tulape donde se realizaban labores a destajo por los peones de la hacienda. Cuentan los viejos, de quienes se ha recibido esta versión, que a través de generaciones se ha propalado una leyenda que forma parte del folklore romano, y ha hecho huella en la conciencia de los habitantes quienes han permanecido bajo la influencia conforme ha corrido al tiempo.
Foto de la Casa Hacienda de Roma que tomé en el Museo Chiclín-2011

Los trabajos se hacían mediante la modalidad de conjuntos de peones registrados en nóminas que, en la madrugada, eran llamados por lista para dirigirse a las tareas del campo en la hacienda Tulape. Formaban ordenadamente la peonada y conforme eran llamados iban ubicándose en fila para ser transportados al lugar indicado donde cumplir sus tareas. Muchas veces alguno de los trabajadores, por cualquier motivo se hacía tarde y no llegaba a la hora de la formación, este trabajador era eliminado del grupo y sometido a rigor que consistía en un trabajo denominado de la Pichana. Este riguroso quehacer de campo, el peón no era alimentado y tampoco se le abonaba su salario.

Existía en Tulape una familia vinculada con un solitario trabajador de la hacienda con quien había hecho amistad la pareja del matrimonio; tal era la confianza de los esposos que lo hicieron compadre espiritual llevando a su primogénito a la iglesia; este pacto era tan severamente observando por los compadres que le padrino pasaba a ser miembro de la familia, pues lo consideran padre espiritual del ahijado.
Corría el tiempo, la familiaridad de los compadres llegaba a extrema confianza que el buen padrino sólo vivía compartiendo techo y mesa con los padres de su ahijado.
La frecuencia, el trato diario, la debilidad humana, esa misteriosa simpatía que suele despertarse cuando menos se piensa, apareció en el seno del humilde hogar. El compadre y la comadre empezaron a tejer un silencioso idilio a espaldas del esposo, quien confiaba plenamente en la bondad de su estimado compadre.

Cierto día, cuando las cosas habían llegado a su clímax, el esposo fiel llegó temprano a la formación para salir al campo a las tareas cotidianas; llamaron al compadre y éste no se presentó. Aquel día la comadre y el compadre se habían citado al matorral cercano al campamento; pues ya flotaba en el ambiente pueblerino y la gente murmuraba sobre la infidelidad de la esposa cuyas peculiaridades son propensas en las ciudades de nuestra serranía de donde procedía la mujer. Este fatídico drama devendrá en un desenlace doloroso; pues la tradición cometida, cuando las personas tienen un vínculo espiritual adquirido por el bautismo, son víctimas del castigo según la enseñanza cristiana.
Fue descubierta la traición. Muchas veces el traidor fue impuesto por el castigo de la “Pichana”. Al comienzo no se presumía el por qué de su tardanza para llegar a la hora de pasar lista, siempre se retardaba, y aunque sufría el castigo de no comer y no ganar su salario, se hallaba contento y feliz porque disfrutaba los favores de su amadísima comadre.

El cándido compadre ofendido quiso cometer un crimen pero fue frenado por los mandamientos de la iglesia y esperó que la providencia (Dios) castigara al infame y traidor compadre. En efecto, cuentan los antiguos moradores de Roma -noticias traídas desde lejanas épocas- que un día desaparecieron del lugar el compadre y la comadre.

No se les encontró por todos los contornos de Tulape como si la tierra los hubiera comido. El esposo buscó desesperadamente no sólo por todo el valle sino que viajó a la sierra de donde procedía la infiel mujer, y no halló noticias.

El ingenio popular, son sutil sabiduría para la creación legendaria, el temor a la maldad tan arraigada en las gentes humildes, buscan ampararse en los poderes sobrehumanos para dar explicación a sus hondas lucubraciones, y aflora de su alma, de manera espontánea, sus ingenuas creaciones que llegan a afincarse en el alma y constituyen sus tradiciones.
El cerro "El Mirador"-Roma.

Detrás de la Ex-Casa hacienda Roma está el Cerro "El Mirador" del que se habla en el relato.


Cuando algunas personas escalaban el cerro "El Mirador" que rodea Roma, y desde su altura se contempla el plácido valle a largas distancias y lleno de verdor, en ese lugar del cerro encontraron dos piedras de notable tamaño: uno junto a la otra. Cada cual simula la figura de un ser humano; un monolito tiene la forma de un hombre que según la leyenda representa al compadre y la otra tiene parecido a una mujer vestida a la costumbre serrana, representa a la comadre.
Estas dos formas pétreas aparecidas en al pendiente del cerro El Mirador son los infieles compadres que faltaron a su compromiso espiritual y pecaron tan gravemente que el Supremo Hacedor los convirtió en piedra. Alrededor de los dos más grandes monolitos se distribuyen pequeñas piedras que son los frutos del pecado también convertidos en piedra.
El Compadre y La Comadre en el Cerro El Mirador-Roma


Estas imágenes pétreas siguieron cumpliendo su demoníaco destino. Era costumbre, entre los habitantes de Roma…...que las familias no dejaban subir a sus hijos al cerro El Mirador para evitar que las maléficas figuras cumplieran su fatal hechizo. Flotaba la idea que no podían transitar los niños o cualquier persona adulta entre el espacio que separa a las piedras (2 m de distancia) pues al pasar, los monolitos se juntan con rapidez haciendo desparecer a quien se atreve atravesar el espacio. Esta creencia…...existió desde hace mucho tiempo…...las dos formas pétreas….envueltas de misterio, seguirán recibiendo maldiciones…...serán hito para la reflexión humana y un llamado para practicar las buenas costumbres.

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Hay otra versión, veamos:

El Compadre y la Comadre

Vemos a dos enormes piedras juntos, formados por el tiempo. Una señora con aires primaverales, bien parecida y un esbelto joven agraciado, se conocían y franqueaban sus sentimientos, paseaban siempre juntos; para encontrarse en el lugar favorito, que de antemano habían convenido.
El tiempo pasaba entre compadrazgo van y compadrazgos vienen fueron tantos los halagos y cariños que se perdigaron hasta que una chispa de pasión encendió la llama del amor.

Cuentan que todos los volvieron a ver juntos en el mismo lugar del cerro, pero no para contemplar el crepúsculo de la tarde, sino por exteriorizarse en el crepúsculo del amor. Cuando cogidos de la mano, con una mirada mutua insistente, atrayéndose por el fuego del amor.

Dice la leyenda que se convirtieron en piedra, como castigo a su pecado, y adiós promesas. Frente a frente se quedaron y el que pase junto a ellos, a las doce de la noche, se quedarán transformados en piedra.

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Referencias

Junto a Jorge Cox Denegri (derecha), pariente de Rafael Larco Herrera, además con mis alumnos en los ambientes del Museo Chiclín.


Otros datos
  1. Anteriormente Roma tenía el nombre de Tulape, como tal, perteneció inicialmente a la parroquia Santo Domingo de Chicama, luego durante la Gobernación del Virrey Marquez de Manzana en 1645, estuvo en manos de don Mateo Ortiz de Bracamonte, por entonces tenía una extensión de 130 fanegas. Antes se llamaba “Tulape” nombre de la lengua Mochic de la cultura Mochica que significa “Lugar Palúdico o enfermizo”.



domingo, 4 de septiembre de 2011

El Jinete y su paso por Cartavio


Era la celebración familiar, los 15 años de mi sobrina Alexandra Bustamante Núñez en setiembre de 2011. Al final su fiesta para ser más exacto al día siguiente, me acerqué a mi cuñado Agustín Reyes Aquino quien ya no vive en nuestra comunidad desde hace varios años, para preguntarle sobre su famoso barrio de donde se cuentan una serie de cosas como las apariciones extrañas, apariciones que tenían influencia narrativa más allá de su calle.

La calle Cáceres, un barrio de dos cuadras, ha sufrido visiones que ahora sería como para impactarse y no creerlas, sin embargo muchas de esas vivencias fueron reales. Sus viviendas de barro, puertas enteras o partidas a la mitad como costumbre de algunas familias de ese entonces, además que se podía presenciar asientos de barro y piedra llamados poyos, etc.
Calle Piscina


La calle Cáceres desde el fondo

La actual Av. Santa Elena. Lugar de recorrido del Diablo hacia el fondo.

A continuación este relato estará dividido en dos partes. La primera es la de un varón y la segunda es más bien una tradición oral en base a una señora, ambos vivieron lo mismo, ambos vieron a ese caporal.



Dos veces al mismo afectado

Dos historias entre tantas que seguro pocos sabrán. El papá de mi cuñado, el señor Don Juan Reyes Cruz quien era esposo de Doña María Aquino Miranda, es el personaje principal de esta entrevista hecho relato. Sus padres venían a asentarse a Cartavio migrando desde la región de Cajamarca (Cajabamba).
Una hermosa pareja quienes supieron de esta vivencia. Don Juan Reyes Cruz y Doña María Aquino Miranda. Experiencia que contaron a su hijo Agustín Reyes Aquino.

Don Juan Reyes Cruz había estado en un compartir con sus amigos y pasada la media noche decidió regresar a su casa. La esposa le esperaba atenta.
Continuando, se sabe que Juan Reyes regresaba a casa pasando por la calle llamada Piscina. Estaba ya cerca de su casa en la calle Cáceres, pero de repente se le aparece un señor supuestamente ya un adulto montado en caballo, éste señor tenía sobre su cabeza un sombrero. Por lo visto parecía un caporal, persona que tiene a su cargo a un grupo de trabajadores en los campos de la caña de azúcar. Así pues según esta vivencia se cuenta que ocurrió el diálogo:
Ø El jinete: ¿A dónde va Ud.?
Ø Don Juan: A mi casa
Ø El Jinete: Vamos, yo le acompaño. No se preocupe.
Segunda cuadra de la calle Cáceres, lugar ahí se ubicaba la vivienda de la familia Reyes Aquino.


Fueron juntos entrando a la Calle Cáceres-2da cuadra, el jinete adelante montado en su caballo y el señor Juan atrás caminando.
Don Juan ya sabía que su casa estaba tan cerca, pasó a lado de su puerta pero ni la tocó. Su rumbo fue todo lo que conocemos hoy la Avenida Santa Elena, caminando la 1era cuadra de la calle Cáceres, la parte posterior de la iglesia San José, la Escuela de Varones (hoy Divino Maestro), el antiguo Jardín de Niños osea Jardín y Transición o llamado Escuela de Monjas (local de la hoy I.E. Sagrado Corazón de Jesús), el Convento, las casas diversas de gente acomodada que vivía ya en todo en ese sector, en resumen caminó la avenida de “Los Sauces” que era una demarcación territorial que recibió ese nombre debido a la cantidad de esos árboles existentes y, hoy sabemos, es la Av. Santa Elena. Dicha avenida no terminaba en un muro de ladrillo como el que vemos hoy muy cerca de la I.E. Benjamin Franklin, sino que era abierta hacia la pampa y hacia una carretera.

Don Juan seguía y seguía al jinete que iba adelante, de repente llegando a la zona denominaba hoy como “Experimental” escuchó el cantar de un gallo. Eso despertó a su adormecida mente, entonces al reaccionar escuchó también el sonar fuerte de unas aguas y vio delante de él a la gran acequia que estaba a unos dos pasos. El jinete que le guiaba despareció al instante, ya no estaba más.

Este señor observó a las finales que estuvo siendo llevado por el jinete, el mismo diablo, a una muerte segura. Morir en la acequia, pero con suerte no ocurrió. Posteriormente regresó a su casa.

La acequia en la que don Reyes fue llevado por el Jinete.

En otro capítulo de su vida cuenta don Juan que el mismo jinete le llevaba no hacia la gran acequia, sino por toda esa pista que va por un lado de la Huaca El Zapato en dirección de Chiquitoy. De repente en esa madrugada, un regador encargado de los campos de caña se extrañó que don Juancito pasara tan tarde y solitario pero en el fondo comprendía que estaba “encantado” o “hechizado”. Decidió llamarlo y conversaron ambos lo siguiente:
Ø Regador: ¡Reyes! ¿a dónde vas? –pues veía que su amigo andaba solo-
Ø Don Juan: A mi casa. Para mi casa me voy.
Ø Regador: ¡Pero por allá no queda, ya te pasaste, estás lejos de ella!

El regador trató de hablar siempre fuerte para contrarrestar el hipnotismo y logró despertar a su amigo Juan que pasaba muy tarde por ese cuartel de cañas. Al entrar en sí, don Juan dijo: Pucha, era el Diablo que me llevaba.


La señora del sector “Los Sauces

En la gran avenida de sauces y demás árboles una pareja vivía en cierta casa. Un día como siempre el señor de la casa se fue a trabajar y no regresaba. La esposa para esperarlo fue afuera de su casa y sentó. El tiempo pasaba pero su esposo no llegaba, parece que era más de la media noche según se sabe.
Al rato ve que aparece un señor similar a los caporales que van a caballo. Lo curioso de este relato es que el jinete aparecía de color blanco como los chalanes, con joyas de oro en sus muñecas y no sólo él sino que hasta su caballo presentaba objetos de valor en su cuerpo lográndose ver con gran resplandor en la noche solitaria.
Cada vez más cerca al estar ambos, casi tan cerca, dialogan.
Ø Jinete: Señora buenas noches.
Ø Señora: Buenas noches señor.
Ø Jinete: ¿Por qué tan tarde fuera de su casa está Ud.?
Ø Señora: Es que estoy esperando a mi esposo y no llega de su trabajo.
Ø Jinete: Pero señora, ¿no cree que le puede suceder algo malo si Ud. permanece fuera de su vivienda hasta tan tarde?

La señora al oir ello se puso a observar al jinete y no podía ver su rostro. Entonces entendió que era un espíritu, era el mismo Diablo. Al momento se preparó y echó a entrar rápido a su casa. La señora entró desesperada y comenzó a desmayarse y a babear. Si ella no entraba a tiempo a su casa era más seguro que moriría. Su esposo llegando luego de su trabajo entró a la casa y vio a su mujer enferma y toda asustada…
Ø Señor: ¿Qué pasa mujer? ¿Qué tienes?
Ø Señora: Estuve afuera esperándote y se me apareció el Diablo… (la historia ya la saben uds. lectores la leímos arriba).
Entonces este señor, trabajador de la empresa Cartavio, termina diciéndole: “Mujer, eso te pasa por ser celosa”.

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Hablando del barrio de la Cáceres, mi cuñado cuenta dos cosas más.

  • Estaba entrando a la 2da cuadra de su calle y escuchaba que un bebé lloraba, volteó a mirar y en la esquina de su lado vio como una canasta y un bebé en ella. Estaba esa canasta en la pared y colgaba. En segundos todo desapareció. Apuró el paso y entró asustado a su casa.
  • En otra oportunidad de noche observó un bulto extraño apegado en la pared. Al ver de lejos al bulto, lo apreciaba muy pequeño, pero cuando mi cuñado se acercaba más veía que ese bulto crecía como gran sombra en el muro de la cuadra….¡uyyyy!...ya imagínense los pies que le faltaba para correr.

Crítica y opinión

  • Es interesante saber que alguna aparición paranormal sucedía alrededor del antiguo hospital (hoy escuela Olga Pereda Noriega) y la calle Cáceres estaba conectada a ese edificio.

  • Sería bueno entender que una de las bebidas legales preferidas en ese entonces por la gente mayor, aparte de la chicha de jora, era el “compuesto” osea lo que conocemos como trago corto o cañazo; pero ello no sería pretexto para indicar que la aparición fuera falsa. Gente muy seria ha logrado contar el mismo asunto sin necesidad de haber ingerido ello, lo malo estaba que cuando alguna persona vivía dicha experiencia se encontraba sola.

  • Una de las maneras de mantenerse alejados de las apariciones, era no pasar a horas tan tarde por el sector o calle. De lo contario era mejor estar acompañado por otra persona para no sufrir algún desastre emocional.

  • El barrio de la Cáceres es uno de los más antiguos de Cartavio en tiempos de hacienda y siempre estuvo conectado a la gran avenida de los sauces, hoy Santa Elena. Si alguien era merecedor de un desastre fantasmal quizá se debía que a espíritus extraños que les gustaba fastidiar.

  • Los mensajes que se alcanzan del Jinete, es que a veces aparece para desearnos un fatídico final (como el caso de don Juan) o a exhortarnos para no seguir haciendo alguna acción negativa (como el caso de los celos de una señora de quien no supe su nombre).

Fuentes orales
Ø Sr. Agustín Reyes Aquino (59 años).
Ø Sra. María Cerafina Vásquez G. (madre de mi amigo David Jara).