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jueves, 12 de enero de 2012

Cuando la fábrica pide sangre


Se vino a mi mente al señor Alberto Fujimori quien asumió el gobierno del Perú en 1990. Yo estaba cursando el 4to año de secundaria Vi a la gente que se había escapado al exterior en busca de una vida mejor, también observé cómo Cartavio iba quedando con menos personas debido a la crisis de la empresa azucarera.

En los tiempos de los hacendados Grace surgió la narración de que la fábrica funcionaba bien hasta que se malograba y dejaba de funcionar, por lo que era necesario entregar en sacrificio la sangre de alguna persona y derramarla en la infraestructura de la misma.
Los Grace eran ya dueños de Cartavio por el año 1879 al momento de la guerra contra Chile. Tanto tiempo, un poco más de un siglo (133 años) y el relato no se extinguió.

Donde es hoy en día la Cooperativa San José había una sala grande y ancha. Ahí se instalaban a vivir gente que trabajaba para la empresa, gente de todo un poco, incluyendo personas de la serranía liberteña.

Doña María Briceño Calderón contó que había un señor en caballo que llamaba a gente para que vayan a trabajar…lo llamaron al señor Bartolo.
-- Oye Bartolo te llama el ingeniero para que vayas a trabajar – dijo el amigo con tono asustado.

-- Pero yo no puedo ir – respondió Don Bartolo.

Uno de los que estaban presentes, sospechaba algo y como si fuera un evento de suspenso conversa con Bartolo.

-- “COJUDO TE LLEVAN A MATAR. ¡CARAJO! TE NECESITAN SEGURO PARA QUE TE MATEN” –. Entonces el papá de Olga asustado quedó, y se animó a hablar con su superior inmediatamente.

-- Ingeniero no voy porque mi mujer está mal y por ese motivo no puedo.

El jinete que andaba con su ponchazo. Se enojó mucho.

Al rato pasó un vehículo antiguo y los demás trabajadores observaban y conversaban entre sí: “Ahí llevan a gente para ser asesinados”.

Obreros de la fábrica de azúcar Cartavio. Años ´50 del siglo XX. Foto: Alejandro Cipirán.
Cuando abstraía sobre mis conclusiones, me interpelaba ¿por qué tanto temor? Es cuando comienza la interpretación familiar, en voz baja y con un cuidado como si tuviéramos temor de un Servicio de Inteligencia que nos quiera impedir el fondo del asunto.

Cuando mi madre Olga se ocupaba de sus faenas en la calle Cáceres en la 1er cuadra haciendo mandados y limpieza, en una casa de la entonces Caballería del Ejército del Perú, también recordó una experiencia. Entre las 6:30 am hasta las 8:00 p.m. A la hora de salida cuenta que sentía mucho temor al regresar a casa, a la calle Zafra. ¿Por qué? porque era silencio, luz eléctrica había a lo lejos.
Su madre, mi abuela materna, María aconsejaba que si alguien le llamaba, no debería hacer caso, pues también se cogían a los chicos para llevarlos a la fábrica.
Dicen que a veces se llevaban a mujeres jóvenes, señoritas y a mujeres en estado o embarazadas.
Mi madre Olga contaba más o menos así el asunto:
"Cuando la fábrica no quería moler entonces pedía almas, pedía cristianos, pedía sangre. Hay personas que fueron desaparecidas de las calles, pues las agarraban, las metían en unos vehículos y luego desaparecían. Pero se sabe que sus cuerpos asesinados antes de desaparecer debían ser llevados a la fábrica para derramar la sangre entre las máquinas. Hijo, también supe que los que laboraban en la fábrica pasaban la voz porque habían encontrado al día siguiente manchas rojas de sangre".

Con relación a la fábrica de azúcar, a fines de los 90´s y principios del siglo XXI, han sucedido accidentes horribles en Cartavio. Mi amigo Leonel vio frente a frente una sustancia como dulce hirviendo caía sobre los cuerpos de dos obreros. Uno quedó en estado muy delicado, se notaba parte de sus costillas sin la piel y la carne, al poco rato murió en el hospital. Otros llegaron a tener accidentes como caídas desde lo alto de la infraestructura.
Foto tomada por mi cuñado Valentín Bustamante B. inicios de los 90's cuando gobernaba el distrito el alcalde Marco Muñoz. Además podemos ver la gran cantidad de casas de "un solo piso". La crisis campeaba en mi Cartavio y la fábrica con sus sonidos extraños en las noches y madrugadas.

Estos hechos siempre dejaban intrigados a los supersticiosos porque echaban la culpa a la fábrica, pero en realidad habían ocurrido por mala coordinación de los operarios en alguna área y a la falta de cuidado en los implementos que se lleva al trabajo.
Con respecto a las muertes en tiempos de Hacienda, no puedo afirmar que todas hayan sido por el mismo motivo, sino que quizá la creencia haya llevado a ciertos individuos a pensar que ver sangre en la fábrica sería de verdad la única opción para seguir teniendo trabajo en la empresa y ver que ella al funcionar bien pues siga existiendo para el bien de todos. Así pues creyeron que llevar personas capturadas y asesinadas era la única solución al problema.
Mientras tanto la fábrica sigue con su sonido extraño, el rechinar de sus fierros como hablándonos "quiero almas, deseo tu sangre".


Representación del relato por alumnos del 3er año de secundaria de la I.E. "Benjamin Franklin"


Fuente oral
  • Olga Bartolo Briceño (79 años).